martes, 24 de noviembre de 2015

Así empezó todo

He estado dando vueltas a la posibilidad de escribir un blog sobre la intolerancia a la fructosa desde que me la detectaron hace algo más de un mes. Realmente ha sido bastante difícil encontrar información sobre las experiencias de otras personas con este tipo de intolerancia y, por ello, al final me he decidido. 
Todo empezó hace dos años, de vez en cuando me encontraba mal de la barriga (dolor abdominal, diarrea, hinchazón, gases), pasaba un día horrible y al siguiente como si nada. Poco a poco, la frecuencia se incrementó hasta que fue prácticamente a diario. Lo más incómodo era la sensación de estar siempre hinchada, me sentía como un globo a punto de estallar. Además, después de cada comida sentía el estómago pesado, como cuando te das un buen atracón y cuesta hacer la digestión, y la mayoría de las veces sentía también dolor. 
Decidí ir al médico el año pasado, lo achacaron a nerviosismo (por aquel entonces acababa de terminar la carrera y estaba haciendo entrevistas de trabajo) pero decidieron realizarme una analítica, por si acaso. El resultado fue que no salió nada anómalo. Poco tiempo después me tuve que mudar (sí, encontré trabajo :)) y aquí, en Madrid, decidieron empezar a realizar pruebas para descartar intolerancias. Eran por la Seguridad Social, así que entre prueba y vista médica pasaba cierto tiempo. Descartaron virus, celiaquía e intolerancia a la lactosa. Me recetaron medicamentos, protectores, ayudas a la digestión y probióticos, pero nada funcionaba. Finalmente, intentaron una última cosa antes de realizarme una gastroscopia. Test de intolerancia a la fructosa (con el test de hidrógeno en el aliento), algo totalmente desconocido para mí. Y salió que sí, que era intolerante. 
¿Y esto qué significa? Pues, explicado de manera sencilla, que mi cuerpo no digiere bien este azúcar y eso me provoca problemas digestivos. 
La enfermera, muy amable, me dio un par de folios con todos los alimentos que me estaba recomendado, o no, tomar. Me quedé un poco en shock. - ¡Con lo que me gusta a mí la fruta! - fue lo primero que pensé. Cuando leí las recomendaciones me di cuenta de que aquello era mucho más que fruta. Esperé hasta la visita del médico la semana siguiente, y éste me indicó que debía eliminar completamente la fructosa de mi dieta, durante varias semanas, para poder confirmar que existe sólo ese problema. 
En ese periodo estoy, en la eliminación total de la fructosa de mi dieta. Sólo puedo decir, ¡qué cambio! Estoy muy contenta, he vuelto a sentir nuevamente lo que es cerrar el botón de un pantalón y no pensar, ¡dios mío, voy a explotar!